El
sol de todos los días
Despertar todos los días, a la misma
hora siempre, antes de que saliera el sol de todos los días. Esa era mi rutina, ponerme las pantuflas, tomar un café,
vestirme y calzarme, subirme a mi auto e irme a trabajar.
Ese día hice todo lo que
acostumbraba a hacer por las mañanas, pero algo se sentía diferente, como que
no sería un día normal. De camino al trabajo la ruta estaba cortada, para
mi desgracia justo ese día tenía una charla con mi jefe sobre un aumento, me
decidí a no esperar que se solucionaran los problemas, así que tomé un camino alternativo,
era un camino sin pavimentar y estaba rodeado por un bosque.
A mitad de camino, a mi auto se le acabó
la gasolina, me ví obligado a bajar y caminar hasta encontrar una estación de
servicio. Qué curiosa es la vida, porque si un chico en bicicleta no
hubiera chocado contra el cartel de indicaciones, habría llegado a la estación
de servicio, pero en cambio comencé a adentrarme cada vez mas en el bosque, a
tal punto que ni siquiera recordaba dónde estaba mi auto.
Pasaron horas y horas, y yo seguía perdido. El
sol ya se había ocultado, las sombras me empezaron a cubrir, las ramas de los
árboles comenzaban a parecer garras que querían tomarme y
aplastarme. Comencé a escuchar voces provenientes de los arbustos, al
principio solo murmullos, así que pensé que era mi imaginación, pero estaba
equivocado. Cada vez las voces eran más fuertes, a cada segundo que transcurría
me ponía más y más nervioso. Finalmente, no lo soporté y salí corriendo.
Sentía las pisadas de varias personas
y como se me acercaban, miré hacia atrás para ver si lograba identificar, cuando
me di vuelta alguien saltó de los arbustos hacia mí y me golpeó, quedé
inconciente. Cuando me desperté me estaban arrastrando hacia dentro de una
cueva y lo último que pude ver fue cómo salía el sol, el sol de todos los días.
Azul Martina Fontana
Bien, Azul. Buen relato.
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